Hablo de Clint Eastwood, esa leyenda octogenaria del cine y de la música. Polifacético y superviviente en el s.xx, recorrer su biografía es algo así como cartografiar el espíritu humano.
Emigrando con sus padres de ciudad en ciudad, malviviendo como podía, trabajando de limpiapiscinas, pianista, guardia forestal o instructor de natación en el ejército, no cabe duda que es donde adquirió cualidades como la perseverancia y el cuidado por los detalles.
Siempre me gustó su cine como director y guionista. Sus labores como intérprete en ocasiones han sido memorables y en otras, una vez mas fruto de la necesidad de trabajo y pan aunque muchos de sus personajes son historia, como lo ha sido también su estilo y rostro impenetrable.
Ayer pude ver su película "invictus" basada en la novela de John Carling y nuevamente es capaz de dar todo lo mejor de sí mismo. Su delicadeza y forma de tratamiento de las emociones se hace mas sublime en la narración de sus historias, la simplicidad de sus planos y rotundidad de expresión que las diferentes posiciones en conflicto tienen. Pero si tuviese algo que resaltar verdaderamente esencial en él, sería el icono de norteamericano que es para mí. No me refiero a sus valores u orígenes, ni siquiera a su acercamiento político al partido republicano como alcalde de Carmel, sino a su capacidad crítica con sigo mismo y sus propias miserias. Hemos podido ver a lo largo de la historia del cine de Hollywood, el reflejo de virtudes y también de defectos, en un alarde de capacidad y sentido crítico de los estadounidenses y Clint Eastwood no sería menos. En "Gran Torino" ya puso sobre la mesa todo el repertorio de estereotipos y prejuicios que habían conformado su vida, representando su propio papel, de rígido hombre duro a icono mártir.
En invictus, sigue cerrando el círculo, como maestro de culturas y expresiones, se adentra en el perdón y la integración de las diferencias, mostrándonos un resultado final no solo victorioso, sino profundo e inspirador para los que fueron y son, pero por encima de todo para los que serán. Pedir, ofrecer y acordar es el camino de acción en cualquier aspecto de la vida, los reguladores para convertir la acción en éxito, la escucha y el reconocimiento del otro. El polo de los jugadores y sus colores era mucho más que una petición de mantener un símbolo, fue la evidencia de que pequeños gestos consiguen mover montañas y desconozco si 26 años en la cárcel despertaron esta perspicacia en Mandela, pero de lo que sí que estoy seguro es que mas de 80, a Eastwood le han dado mucho de sí.
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