Durante esta semana he podido observar durante mi estancia en Casablanca, que las diferencias culturales van mucho más allá de lo que entendemos por globales, entre continentes, países, religiones, idiomáticas o regionales.
Me he dado cuenta de que la naturaleza humana permanece inalterable en sus esencias más fundamentales, independientemente de nuestras particulares formas de ver el mundo y creencias fundamentales de vida asociadas y esto de veras que me ha congratulado.
Es indiferente que un equipo de trabajo sea marroquí, español o francés, el crecimiento de sus miembros, motivaciones y resolución de conflictos es algo que siempre ha de gestionarse, aunque a cada cual su dosis de sal y pimienta. Finalmente, son las emociones las que nos atrapan o somos nosotros los que podemos atraparlas.
Un sonrisa, un gesto de agradecimiento, un ofrecimiento desinteresado son capaces de transformar una idea preconcebida o un bloqueo existente frente a lo no siempre es tan evidente.
Ahora contaré una pequeña anécdota para tratar de reflejarlo. Trabajando para una empresa cliente, en Marruecos, como expliqué al comienzo del post, me encuentro con un equipo que apodera gran inquietud por la novedad y las diferencias. La novedad, no hace falta que diga que era yo, pero bien, me encuentro que más allá de las diferencias, una persona en concreto, se ofrece desde el principio a agradar, enseñar y ofrecer incluso aquello de lo que puede carecer por su ofrecimiento. Pero mi historia no termina ahí, en los simples gestos, mi historia continua con el conocimiento profundo que adquiero sobre su vida.
De familia humilde, él es el único sustento que tiene la misma. Con 23 años es el cabeza de familia compuesta por una madre, dos hermanas y una abuela moribunda, a la cual sustenta de forma exclusiva con un trabajo de botones o chico de los recados, chico para todo. No con solo esto, termina de adoptar a un niño de 5 años que es el puro reflejo de la felicidad infantil y el cariño personalizado. Amín, que así se llama el protagonista de mi historia quiso invitarnos a su jefe, dos de sus compañeros y a mí a su casa. Amín pronto se casará con una joven que también es un reflejo de entrega incondicional y que junto a su madre nos han ofrecido el mejor cuscus con el que alguien podría encontrarse. Y sin esperar nada a cambio, pues lo hacía por mí, un extranjero desconocido y al que probablemente no volverá a ver.
Sin embargo, pese a la parte altruista de la historia, siempre hay efectos colaterales que gestionar y en este caso es la vergüenza de los que más tenemos y el hecho de que personas cercanas a él, más allá del agradecimiento les influye ejemplo y admiración, empezando por su jefe.
Amín, por supuesto que recibirá mucho más, estoy seguro de ello. Porque antes de recibir hay que dar, pero sobre todo porque disfruta y hace felices a los demás haciéndolo.
¿Tú piensas que es posible que cualquiera como Amín pueda influir en su equipo de forma tan positiva? o ¿piensas que es un tema de diferencia cultural? Seguro que conoces otros casos.
Y es que en medio de la multitud y el inmenso ruido que existe en ciudades como Casablanca, siempre hay talento que se hace sentir.
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